Hay cosas que no se deben hacer.
Pongamos un contexto: hace años, queriendo aprender un poco más sobre SEO, encontré un artículo que se llamaba “Las 100 claves para mejorar el SEO de tu web”.
OMG. No sé a ti, pero a mí con solo leer el título me dió un vaporazo.
¿¿100?? ¿Really?¿Me tengo que saber las 100?
Y peor aún. ¿Voy a tener que implementar estas 100 claves? ¿Por cada web que haga?
Venga ya…
100 es un número gigantesco. Sobre todo si tenemos en cuenta que nuestro cerebro (vago y conservador por naturaleza) cuenta hasta tres y, de ahí en más, lo categoriza como “muchos”.
Así que, a día de hoy, no entiendo cómo hay gente cuyo valor a la hora de vender un curso es decir que tiene dieciocho muchillones de horas en vídeo; que además, te recalcan, el acceso no caduca para que los puedas ver las veces que quieras.
Venganomejodas. No me veo capacitada para ver todos los vídeos ni siquiera una vez.
Si yo lo que quiero es ponerme el libro bajo la almohada y aprender mientras duermo.
¿O, tú no? Dime la verdad: la que piensas, no la que dices.
Espera, espera… Que igual tú vendes un curso de chorrocientas horas en formato audiovisual… No te ofendas con la newsletter, porfi (en realidad eres totalmente libre de ofenderte, pero no era esa la intención).
A lo que voy. Hoy en día, tener un contenido largo como el último minuto de la lavadora no es un argumento atractivo. Hay otras opciones que sí que pueden motivar a tus posibles clientxs a hacer click, pero este no.
Piensas que por dar muchísimo contenido justificas el precio, pero nada más lejos de la realidad.
Nosotras, o mejor dicho, Carol te enseña a mejorar tu oferta en menos de dos horas. Palabrita. Para que no tengas que apelar a un contenido inmenso e infinito.
Si quieres saber más: Pretty Price.