Estas navidades le pedí un libro a mi madre. Era un libro sobre crianza muy bonito que saqué de la biblioteca y, me gustó tanto, que decidí pedírmelo.
El caso es que, a dos días de Reyes, me llama mi madre para decirme que ya tiene el libro.
Pero que ha estado pensando que mejor se lo regala a mi prima, porque no le ha comprado nada aún y seguro que el libro le gusta… Y yo, total, ya lo he leído.
En otras circunstancias le habría dicho que sí, que no hay problema… Soy una persona de buen conformar. Pero en esta ocasión le dije que no, y se lo argumenté:
– No, mamá. Mira, yo no suelo pedir nada, y para algo que te pido, es muy feo que no
me lo des… Y peor, cuando no sabes si a Nuria le va a gustar ese libro. Cómprale
otra cosa.
Coló. Me regaló el libro.
Esto es algo común en los negocios. Dejamos de lado a los de casa, a los que ya nos han comprado. Y vamos como locas haciendo ofertas e intentando captar nuevos clientes, dejando de lado a los que ya lo son.
Es feo. No se debe hacer, pero se hace.
No hay más que mirar alrededor y ver cuántas empresas se dedican a hacer ofertas a los nuevos clientes, dejando de lado a los que llevamos años ahí al pie del cañón.
Es feo, no lo hagas.
Es mejor (y más rentable) fidelizar a los clientes que ya tienes, que ir en busca y captura de carne nueva.
No lo digo yo, es un hecho demostrado. Alguien que ya te ha comprado tiene más predisposición a comprar de nuevo.