Hace tiempo que no te cuento una historia. Presta atención.
Hace años yo trabajaba en una agencia de publicidad. ¿Te suena?
Si te suena bien, y si no también.
El caso es que la agencia la había montado el padre del que era mi jefe, y había tenido mucho éxito. Pero mi jefe la había heredado y no sabía muy bien qué hacer con ella.
Se mantenía por inercia y por una cartera de clientes en decadencia.
Un día llegó mi jefe feliz y contento porque había conseguido un nuevo cliente, y se sentó con nosotras a explicarnos qué quería exactamente para prepararle un presupuesto.
Al final de la reunión, mi jefe preguntó:
¿Cuánto le cobramos?
Mi compañera que había estado tomando notas le respondió:
X (no recuerdo la cantidad pero podía ser un presupuesto de cuatro cifras).
Mi jefe se revolvió incómodo en su sillón y le dijo:
– Y si no aceptan el presupuesto, ¿cuánto le bajamos?
– Nada. Si no aceptan el presupuesto, se busca otro cliente.
– Mi jefe estaba ojiplático.
– No, no, que es muy buen cliente. Si le parece mucho le hacemos un descuento.
– Si tenemos que trabajar gratis, no es un buen cliente.
Y así estuvieron discutiendo un buen rato, hasta que mi jefe, que no era muy bueno en enfrentamientos, se levantó y se fue.
Yo estaba totalmente de acuerdo con mi compañera. Pero cuando empecé a pasar presupuestos como autónoma, entendí la postura del que había sido mi jefe.
Cada vez que enviaba un presupuesto me ponía hasta nerviosa. Se apoderaba de mí un miedo terrible a que me dijeran que no. En definitiva, miedo a sentirme rechazada.
Igual a ti también te pasa. No es algo racional, simplemente quieres que te quieran y presentar un presupuesto es dar a la otra persona opción a que te rechace.
Regalar tu trabajo no es una opción, pero a veces tendemos a pensar que si hacemos un descuento es más fácil que nos contraten. O que si ofrecemos más cosas por el mismo precio, conquistaremos a ese anhelado cliente.
Bueno. La verdad es que hay técnicas para presentar presupuestos que no interfieren con lo que tienes que cobrar, ni con el contenido. A mí me las enseñó Carol, y desde entonces ya no me dan sudores fríos al enviar un presupuesto.
Porque en la mayoría de los casos sé cuál va a ser la respuesta de la otra persona. Y saber eso te da seguridad y elimina el miedo al rechazo de raíz.
Si a ti te dan los siete males cuando tienes que enviar un presupuesto, ¡necesitas Pretty Price YA!.